El suicidio es un tema tabú en nuestra sociedad, lo ha sido así durante mucho tiempo y solo podrá dejar de serlo en la medida en que cambiemos la forma de enfrentar esta problemática tanto desde los servicios de salud como desde los gobiernos y la sociedad en su conjunto.
Como todo tema tabú, la gente suele no hablar de ello, evitar el tema, ocultarlo, mentir al respecto para así ocultar la verdadera causa de muerte de algún familiar o amigo/a. El estigma del suicidio impide que podamos comprender más sobre él y elaborar adecuadas medidas de prevención. Sin embargo, el suicidio se puede prevenir.
En la familia es donde nos vamos abasteciendo desde pequeños/as de las herramientas o recursos básicos para enfrentarnos y afrontar las distintas situaciones de la vida, muchas veces las dinámicas familiares, los estilos de comunicación en la familia, o bien, los patrones de resolución de conflictos que se utilizan en la familia no son del todo adecuados y generan no solo conflictos en el ámbito familiar, sino también en el personal, a la hora de buscar salidas o posibles soluciones a nuestros conflictos cotidianos.
Según Bilsker y Forster hay tres condiciones cognitivas que cuando se presentan hacen que se considere el suicidio como una conducta de afrontamiento:
1- Dolor físico o emocional que se experiencia como intolerable, insoportablemente angustioso;
2- Una situación vital percibida como interminable que se percibe como imposible de cambiar;
3- Una situación vital que se percibe como inescapable, de tal manera que cualquier acción de afrontamiento ya probada o concebida no logrará una diferencia significativa.
Si los recursos personales a la hora enfrentarnos o de buscar solución a las distintas situaciones que se nos presentan son pobres o escasos, la persona se encontrará percibiendo las situaciones tal como se describe en los puntos 2 y 3 señalados por Bilsker y Foster.
En terapia, muchas veces resulta terapéutico descubrir el funcionamiento de nuestra familia, de modo que nos permita ver de dónde venimos y entender por qué actuamos de determinada manera, saber que hay ciertas conductas que aprendimos en la familia pero que no son las únicas, y que podemos adquirir nuevas herramientas para poder afrontar mejor las situaciones que se nos presentan problemáticas.
Bajo ninguna circunstancia se debe subestimar a las personas que se hacen daño a sí mismas, aunque creamos que el fin del acto haya sido manipular a su entorno o llamar la atención, ya que estas personas tienen muchas posibilidades de cometer suicidio en el futuro. Y dada la relación que existe entre las conductas autolesivas y el suicidio, se deberán considerar una señal de alarma cuando se detecten y trabajar con estas personas la prevención de la conducta suicida.
Tras un intento de suicidio o muerte por suicido existe todo un entorno que se ve afectado, en
especial el de familiares y personas allegadas. Es necesario brindar apoyo y ayuda a estas personas para que sean capaces de afrontar la situación que atraviesan y salir adelante con las menores
secuelas posibles. La terapia familiar puede ser muy útil en los casos de personas que han sobrevivido a intentos de suicidio y sus familias, tanto para dar apoyo en los primeros momentos como para trabajar posteriormente desde una perspectiva sistémica.
Si conoces a alguien con ideas suicidas o que haya realizado algún intento, o bien si tu mismo/a has pasado o estas pasando por ello, no dudes en consultar a profesionales, actuar a tiempo puede marcar la diferencia. Estamos para ayudarte, no dudes en contactar con nosotros.